Las vacaciones… tiempo de descanso. Donde rompes con tus rutinas diarias. Espacio que aprovechas para visitar personas, lugares, o, al contrario, lo dedicas a la introspección, encuentras tiempo para la lectura.
Al volver retomas las rutinas diarias, y en mi caso como buen autónomo, revisas los compromisos del nuevo curso. Entre esos compromisos este año hay uno especial, uno que acorde conmigo mismo, la creación de un nuevo proyecto “COLOR”.
Una de las primeras cosas que hice al volver a casa la primera semana de septiembre fue revisar cuál es el color de mi piel, para ello utilice la APP Pantone Studio, tome una muestra de mi brazo y el color resultante fue el 4014U.
Pero, no se… ¿Ese es mi color de piel? Tome otra muestra, pero esta vez de la zona interior del brazo, una zona donde prácticamente no había llegado el sol, el color resultante fue este, 13-1805 TSX.
¿Cuál de ellos es mi color real? ¿O no lo es ninguno de los dos?
“El último país del mundo en abolir la esclavitud, es el país en el que nací, Brasil. Todavía tenemos que trabajar duro para abolir la discriminación, que sigue siendo común en todo el mundo y que no va a desaparecer por si sola.” Angelica Dass.
Hace meses que trabajo en el proyecto “COLOR”. Quiero reflexionar sobre el color de la piel y como el mismo influye en la vida de las personas, como el origen racial discrimina, como influye en las oportunidades y la situación económica. Es un proceso de aprendizaje personal que toca algo que para mí es central, mi desempeño profesional.
Para llevarlo a cabo estoy leyendo, aprendiendo, formándome… descubriendo a figuras como Angelica Dass (si, ya sé, como es posible que no la conociera), creadora del proyecto Humanae.
A través de este proceso intento mejorar profesionalmente como educador, pero también como persona, como ciudadano. Todo indica que nos esperan tiempos complicados, difíciles, estamos inmersos en un cambio económico, social y cultural, ante ello la comunidad educativa no podemos mantenernos al margen. Es difícil cambiar el mundo, hacerlo más justo y menos desigual, pero estamos obligados a intentarlo.
Os escribo desde El Palomar de Jose en el Raval.