Los 400 golpes

El cine como herramienta de crecimiento, la cultura como palanca de cambio
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Mi escuela se llamaba García Morato, le pusieron el nombre en honor a un aviador franquista que murió al estrellarse su avión al finalizar la guerra civil. El colegio estaba tocando el mar, si corrías rápido llegabas al puerto en menos de dos minutos y veías zarpar una golondrina.

Correr era una actividad recurrente. El García Morato era un colegio violento, podías oler el miedo cuando entrabas en él; miedo a tus compañeros, miedo a todo lo que lo rodeaba, pero, sobre todo, miedo a los profesores.

Por el colegio corría el rumor que todos los profesores que llegaban al García Morato era porque los habían expulsado de otros colegios, y nosotros nos lo creíamos. Solo había que verles actuar, la mayoría de ellos aplicaban violencia física, mental y sexual. Eran otros tiempos, y nosotros los sufrimos.

Cuando comencé 6º de EGB algo cambió. Llegaron tres profesores nuevos, jóvenes. Eran diferentes, actuaban de forma distinta. Javier era el profesor de historia, cuando hacíamos con él las horas de estudio nos ponía música. Con el descubrí a John Mayall y Led Zeppelin. Rosa María era la profesora de la asignatura de catalán. Jo no parlava català, a casa i al barri no es parlava mai, ella em va descobrir una nova llengua, i no a cops, amb dolçor.

Y por último, estaba Rafael, creo que daba matemáticas, pero sinceramente no lo recuerdo, no fue lo importante. Lo importante es que, por primera vez, nos llevó al teatro. Cuando nunca nos sacaban del colegio ni a hacer excursiones porque decían que no sabíamos comportarnos, él nos llevaba a ver obras de teatro y al cine. Con él fuimos al cine Capsa a ver Los 400 golpes y yo, de pronto, me sentí identificado. Veía a Antoine Doinel corriendo hacia el mar y pensaba que era yo, porque yo también quería huir.

Hace unos meses pude cumplir un sueño. Un proyecto que hacia cinco años que había diseñado y sobre el que escribí hace dos años pensando que nunca lo haría, el ciclo de cine fórum sobre identidad juvenil en el Palau Macaya. En una de las sesiones trataba sobre identidad comunitaria y la película que proyectamos era Los miserables.

A la sesión acudieron un grupo de jóvenes de la Fundación Pere Closa del barrio de La Mina, cuando acabó la película los vi un momento y les pregunté que les había parecido la película. En general, me dijeron que les había gustado, pero una chica dijo que le había impresionado porque lo que mostraba la película le recordaba a su barrio. Si la proyección de la película provocó un impacto parecido en una sola de las jóvenes al que hizo en mí los 400 golpes, ya estaré satisfecho de mi trabajo.

Amo el cine, y creo en su poder transformador. Escuchar historias, vivir vidas que no son tuyas, descubrir nuevos relatos te hacen crecer, te ayudan a volar, algo inevitable cuando eres joven y has de comenzar a decidir por ti mismo, cuando has de abandonar tu casa, cuando has de marchar.

Educadores y educadoras, no tengáis miedo a que se aburran en el cine o en el teatro, no tengáis miedo a que molesten, no tengáis miedo. Pensad en Rafael llevando a 30 niños del barrio chino en 1980 al cine Capsa a ver los 400 golpes, por lo menos, a uno de ellos le cambió la vida.

Os escribo desde El Palomar de Jose en el Raval.

2 respuestas

  1. Ai Jose quin text tan emocionant!! Tu ets UB d’aquests educadors que vas canviant la vida en positiu d’una rua de joves que després de conèixer-te ja no volen fugir. Mel pura! Gràcies.

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